Patrimonio y pandemia

Algunos se preguntarán cómo sigue el trabajo en un museo al que no asiste el público. Qué tipo de tareas se realizan. Incluso se preguntarán qué sentido tiene. Pues bien, además de poder generar contenidos virtuales para disfrutar de las obras de arte desde casa, también hay mucho por hacer que no se relaciona con la difusión de la vida y obra de Pedro Figari. Como en otras situaciones de emergencia debidas a condiciones climáticas extremas, inundaciones, conflictos bélicos, etc., se debe velar muy especialmente por los bienes culturales cuya vulnerabilidad es puesta a prueba en estos días.

El museo es una construcción colectiva, dinámica, que depende del interés y de las visitas del público, de la sensibilidad y el compromiso de las autoridades gubernamentales que destinan fondos a la cultura, de actores sociales diversos como artistas, mediadores, trabajadores de seguridad y de limpieza, entre otros. El museo dista mucho de ser un mero depositario de obras de arte, pero también es un depositario de obras de arte, y estas deben perdurar en las mejores condiciones para las generaciones venideras, lo que supone mantener estable su materialidad. Y aun cuando no son vistas, ni movidas, ni tocadas por nadie, las obras de arte son pasibles de daños por el descuido de sus condiciones ambientales.

Hoy las nuevas tecnologías nos asisten para que podamos realizar el trabajo con mayor sistematicidad y eficiencia. Algunos visitantes atentos habrán visto en distintos lugares del museo unos aparatitos adosados a la pared. Son los data loggers que registran constantemente la temperatura y la humedad relativa de las instalaciones. De esos aparatitos se extrae información de altísima importancia, pues se puede monitorear las fluctuaciones ambientales que afectan a las obras.

La mayoría de las pinturas de Pedro Figari han sido realizadas sobre cartón, material muy sensible a la humedad y a los cambios de temperatura. Se deben evitar los “saltos” bruscos de temperatura y humedad relativa pues generan dilatación y contracción del soporte celulósico (cartón) con el riesgo de craquelado (rajaduras) y posterior desprendimiento de la capa pictórica.

Las pinturas de Figari han sido ejecutadas con pigmentos -disueltos en aceite- de gran calidad (se puede ver el estudio hecho por Alicia Barreto al respecto) lo que favorece su perdurabilidad. Han mantenido la intensidad de su coloración de un modo casi imperturbable durante más de noventa años, y hasta por más de cien en algunos casos. Proteger las obras de arte de la excesiva luminosidad y controlar un rango de exposición ambiental entre los 19 y los 22 grados centígrados y entre los 50 y 55 grados de humedad relativa es una tarea bastante más difícil de lo que la mayoría del público puede imaginar.




Los data loggers nos ayudan mucho a esa tarea. Los aparatos de aire acondicionado, los deshumidificadores y el abrir y cerrar de puertas y aberturas hacen a la dinámica del control diario en los museos.

Las imágenes que a continuación mostramos tienen que ver con esto. La gráfica que parece una cardiografía muestra cómo se ha comportado la temperatura (línea roja) y la humedad relativa (línea negra) al interior de la reserva o depósito de obra en el Museo Figari en el transcurrir de las horas de un día cualquiera, en este caso el 18 de marzo de 2020. Otros data loggers registran lo que acontece en las salas de exhibición.





Todo parece sencillo visto desde afuera. Los museos lucen sus pinturas en las paredes flamantes. Los visitantes admiran los colores y las formas de pinturas realizadas en un momento de inspiración o en varios días de trabajo, llevadas a cabo hace un siglo, estudian las cartelas y los textos explicativos. Los fotógrafos profesionales tratan de registrar los colores con la mayor fidelidad posible del original para reproducirlos en los libros y catálogos, los críticos e historiadores de arte contextualizar las pinturas para mejor entenderlas.

El arte no es producto cultural. Olvídense por un momento de expresiones de moda como “industrias culturales”, “clínicas de arte” y “laboratorios de creación”, pues en este momento podrían distraernos de la esencia de aquello que tratamos. La pintura es una expresión del espíritu. No sale de fábricas, de industrias ni de laboratorios. Surge tanto de las manos como de la mente y de las emociones de los seres humanos. Mantener incólume ese espíritu, esa “emanación” –que puede ser sutil o estar hecha con sangre, sudor y lágrimas– es la tarea de conservación del museo. Y esa tarea debe hacerse a diario, con el museo cerrado o abierto, llueva, truene o suframos pandemias.

En estos días vivimos preocupados, con mucha razón, por la salud de las personas, por nuestros seres queridos, por quienes están en situación de desamparo, por los más vulnerables y aquellos que no están pudiendo conseguir el sustento diario. Ojalá que muy pronto salgamos adelante y superemos la pandemia. Es nuestro deseo sincero que juntos lo logremos. Sepan, también, que algunas personas seguiremos trabajando en los museos, velando por los bienes patrimoniales que nos explican como sociedad, que hacen a la construcción simbólica y cultural de nuestro pueblo. Y que esa tarea no puede ni va a detenerse.

Lunes 13 de Abril de 2020
Dirección Nacional de Cultura